El turbión o tormenta destructiva se producía comúnmente y de forma inesperada sobre el mar de Galilea, con vientos que alcanzaban velocidades que asustaban a cualquier hombre.
Los marinos, que conocen el mar, con sus naves comercian en muchos lugares. Allí, en lo profundo del mar, han visto las maravillosas obras del Señor. Él habló, y se desató un viento tempestuoso, y gigantescas olas se encresparon.
Salmos 107:23-25 RVC.
De igual forma las tormentas en la vida llegan sin previo aviso. Muertes, enfermedaded, quiebras económicas, problemas familiares, en el trabajo, en fin, una variedad de vientos que soplan fuertemente y sin compasión.
En la actualidad la ciencia ha avanzado en predecir algunos fenómenos naturales, Pero quién puede predecir una tragedia inesperada en la vida?
Estamos expuestos a toda clase de tempestades, pero en Jesús encontramos el refugio perfecto. Sólo Jesús tiene el control sobre cualquier tempestad. Somos librados de la angustia por su gran poder, por tanto refugiémonos en El. Bajo la sombra de sus amplias alas siempre hay espacio disponible , allí no nos alcanzarán los vientos tempestuosos y en medio de cualquier tempestad podremos cantar podremos sonreír, pues en El está y estará nuestra seguridad.
¡Miren! Va a surgir un rey que hará justicia, y los príncipes presidirán en el juicio. Ese hombre será como un refugio contra el viento, como un albergue contra el turbión; como los arroyos en tierras áridas; como la sombra de un gran peñasco en tierra calurosa.
Isaías 32:1-2 RVC