sábado, 23 de julio de 2016

De la calma a la tempestad y de la tempestad a la calma.



Lo que parece tan sencillo a veces se torna complicado. Lo que parece tan fácil resulta que se vuelve difícil.  Lo que parecía una fiesta súbitamente puede convertirse en un funeral.  La vida cambia y nos cambia.  En un momento podemos pasar de la esperanza a la desesperanza, de la fuerza a la debilidad, de la abundancia a la escasez.  La vida cambia y nos cambia.
 
Un día Jesús le dice a sus discípulos: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.  Lo que parecía un trayectoria normal y la cual estaban acostumbrados a realizar, se convirtió en toda una experiencia que cambiaría sus vidas.   Sobrevino una terrible tempestad que los puso en peligro.   El sol, que hace algunas horas quemaba sus rostros, se había ocultado y ahora solo sentían  grandes olas que amenazaban con hacerlos naufragar.
 
Viéndose en esa situación los discípulos despertaron a Jesús, quién  se encontraba profundamente dormido en medio de la tempestad.  Parece oírse sus gritos aterradores: Maestro, !despierta! que perecemos.  Era inconcebible, inaudito que en una situación en donde se estaba a punto de perder la vida, alguien estuviera plácidamente durmiendo.  Por qué dormía Jesús?  Jesús dormía porque el tenía toda la autoridad, toda la potestad de silenciar el viento y detener la furia del agua. Jesús dormía porque El nunca pierde el control.  Jesús dormía porque el había dicho: pasemos al otro lado y cuando el dice algo no hay ninguna duda que así se hará.
 
Si hoy te encuentras en medio de la tempestad y te parece que el Señor no hace nada por ti, debes  recordar que el tiene todo el poder, toda la autoridad, todo el dominio para sujetar los vientos que tratan de derribarte. Sorpréndete como esos discípulos de ver como Jesús puede cambiar la tempestad en calma y aquietar el rugido del mar.

Lucas 8:25
 Y les dijo: ¿Qué es de vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, diciendo los unos a los otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y al agua manda, y le obedecen?
 
 
 
 
 
 

viernes, 15 de julio de 2016

Ponle pies y manos


 
Una de las disciplinas màs efectivas en la vida cristiana es la oración.  Orar es tan importante que debe convertirse en una actividad diaria pero placentera.
Orar es poner a Dios primero.  Orar es acercarme a quien puede y quiere ayudarme.
Los efectos de la oración muchas veces no pueden contemplarse tan rápido como quisiéramos.
 
Es indudable que el que ora està esperando ansiosamente una manifestación visible como respuesta a sus oraciones.  Muchas veces nos desesperamos porque las respuestas tardan. Hay muchas razones porque las oraciones pueden tardar, pero hoy quiero enfocarme en una: Dios nunca responderá a oraciones egocéntricas, es decir aquellas oraciones donde seamos nosotros el objeto de todo beneficio.
 
Dios conoce nuestras necesidades, pero también conoce nuestras motivaciones. El ser humano es egocéntrico por naturaleza, lo cual es contrario a Dios y a su voluntad.  El primer paso para orar no debería ser pedir sino dar. Como así? si, dar nuestro corazón, nuestra voluntad y convertirnos nosotros mismos en la respuesta de Dios para otros.  En Santiago 2:14-17 la Biblia dice:

15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
Nosotros podemos ponerle pies y manos a las oraciones ayudando a otros que posiblemente no estèn pidiendo una casa nueva, un carro del año, sino tan solo piden un abrigo para cubrirse y un pan para comer. Algunos  lo que piden es alguien que dedique un tiempo para escucharlos,  un fuerte y sincero  abrazo, una genuina sonrisa. 
Cuando oremos, tengamos presente  que nuestras  necesidades serán cubiertas si procuramos  cubrir las necesidades de otros. 
 
 
 
 
Orar es màs que pedir.
 

domingo, 10 de julio de 2016

Todos se fueron.



Tengo muy presente las travesuras que de niños hacíamos.  Solíamos tocar timbres y luego salir corriendo.  Solíamos cortar flores de los jardines de los vecinos y huir antes que nos controlaran. Algunas veces las cosas salían muy bien y lográbamos nuestros objetivos, hacer travesuras sin que nadie nos viera.   Otras veces no fuimos tan afortunados. Cuando alguien era sorprendido tocando un timbre o cortando una flor, todos salían huyendo dejando solo a aquel en quien había recaído el turno para liderar la travesura.
 
Todos se fueron, todos corrieron, todos huyeron, y solo uno se quedaba para soportar el regaño, la amenaza y la acusación ante los enojados y decepcionados padres.  Por supuesto, estoy hablando de travesuras entre niños.
 
  Ahora que somos adultos muchas veces afrontamos problemas, dificultades que nos dejan solos también.  Aquellos que creíamos incondicionales, no están.  Aquellos a los cuales nosotros apoyamos en el pasado, se han ido.  Podemos dar un vistazo alrededor y descubrir con gran decepción que TODOS SE FUERON.
 
La Biblia en el salmo 27:10 nos dice:
 
Aunque mi padre y mi madre me dejaran,
Con todo, Jehová me recogerá.
 
Esta es una promesa, que aún en las situaciones más difíciles de la vida, que aún cuando hayamos cometido una travesura, Dios no saldrá corriendo. Dios no huirá.   El siempre se queda para ayudarnos, para apoyarnos y para sacarnos adelante.
 
 
Dios no se va.