viernes, 15 de julio de 2016

Ponle pies y manos


 
Una de las disciplinas màs efectivas en la vida cristiana es la oración.  Orar es tan importante que debe convertirse en una actividad diaria pero placentera.
Orar es poner a Dios primero.  Orar es acercarme a quien puede y quiere ayudarme.
Los efectos de la oración muchas veces no pueden contemplarse tan rápido como quisiéramos.
 
Es indudable que el que ora està esperando ansiosamente una manifestación visible como respuesta a sus oraciones.  Muchas veces nos desesperamos porque las respuestas tardan. Hay muchas razones porque las oraciones pueden tardar, pero hoy quiero enfocarme en una: Dios nunca responderá a oraciones egocéntricas, es decir aquellas oraciones donde seamos nosotros el objeto de todo beneficio.
 
Dios conoce nuestras necesidades, pero también conoce nuestras motivaciones. El ser humano es egocéntrico por naturaleza, lo cual es contrario a Dios y a su voluntad.  El primer paso para orar no debería ser pedir sino dar. Como así? si, dar nuestro corazón, nuestra voluntad y convertirnos nosotros mismos en la respuesta de Dios para otros.  En Santiago 2:14-17 la Biblia dice:

15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
Nosotros podemos ponerle pies y manos a las oraciones ayudando a otros que posiblemente no estèn pidiendo una casa nueva, un carro del año, sino tan solo piden un abrigo para cubrirse y un pan para comer. Algunos  lo que piden es alguien que dedique un tiempo para escucharlos,  un fuerte y sincero  abrazo, una genuina sonrisa. 
Cuando oremos, tengamos presente  que nuestras  necesidades serán cubiertas si procuramos  cubrir las necesidades de otros. 
 
 
 
 
Orar es màs que pedir.
 

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