Jeremías 33:3
Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.
Dios nos invita a hacerlo participe de nuestras alegrías pero también de nuestras tristezas.
Dios no rehúye a nuestro llamado, por el contrario El mismo lo propicia. En el contexto de este pasaje Israel esta pasando por una grande desolación y desesperanza (està a punto de caer en poder del rey de Babilonia y de los caldeos) El mismo profeta Jeremías se encuentra preso y es allì donde Dios le dice: Llàmame.
Si Dios nos invita a llamarlo es porque va a respondernos. El quiere y puede responder a nuestras oraciones. Dios tiene el poder de transformar nuestras circunstancias y cambiar nuestra "suerte". El puede restituir lo que perdimos y establecernos en lugar seguro.
Las promesas que Dios nos da no deben hacer que nuestras oraciones disminuyan, al contrario las promesas de Dios deben encender màs y màs el deseo de orar, de clamar a Dios. No podemos sentarnos a esperar en sus promesas, debemos arrodillarnos y esperar el momento en que Dios libere todo aquello que nos ha prometido.
Clamemos a Dios y seguro El nos responderá.
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